La isla de La Gomera es el destino ideal para aquellos amantes de la naturaleza y el senderismo.
Se dice que la joya natural de esta isla, que alberga un extenso bosque de laurisilva, se localiza en el Parque Nacional de Garajonay. Este parque es famoso por su gran variedad de flora y fauna, una amplia red de senderos y espectaculares miradores.
Sin embargo, si nunca antes has visitado la isla o apenas la conoces bien, el nombre del parque te podría resultar un tanto peculiar. Pero en este post te vamos a contar la leyenda por la que recibe dicho nombre.
Los chorros de Epina
En el municipio de Vallehermoso, en la Gomera, se encuentran los chorros de Epina en plena naturaleza y a unos pocos cientos de metros del caserío de Epina.
Los antiguos pobladores de la Gomera, los Gomeros, tenían la creencia de que el agua que emanaba de estos chorros tenía poderes curativos y que podían predecir el futuro amoroso.
Cuando se acercaba la celebración del Beñesmén, en la que los aborígenes celebraban la llegada del año nuevo y veneraban a sus dioses, las muchachas más jóvenes del pueblo y que estaban en edad de casarse, se dirigían a los chorros para conocer su suerte en el amor.
Para conocer esta predicción, la muchacha debía de mirarse en el agua empozada de los chorros. Si al mirarse el agua estaba tranquila y clara, eso significaba que iba a encontrar muy pronto el amor y que le traería mucha felicidad. Por el contrario, si el agua estaba turbia, ello significaba desgracia y desamor.
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Cuando se acercaba la celebración del Beñesmén, en la que los aborígenes celebraban la llegada del año nuevo y veneraban a sus dioses, las muchachas más jóvenes del pueblo y que estaban en edad de casarse, se dirigían a los chorros para conocer su suerte en el amor.
Para conocer esta predicción, la muchacha debía de mirarse en el agua empozada de los chorros. Si al mirarse el agua estaba tranquila y clara, eso significaba que iba a encontrar muy pronto el amor y que le traería mucha felicidad. Por el contrario, si el agua estaba turbia, ello significaba desgracia y desamor.
Encuentro entre Gara y Jonay
La leyenda que encierra el Parque de Garajonay se trata de una trágica historia de amor entre una princesa de La Gomera y un príncipe de Tenerife.
Según cuenta la leyenda días antes de la celebración del Beñesmén, la princesa de Agulo (cuyo significado es princesa del agua), conocida como Gara, realizó el ritual de los chorros de Epina como el resto de jóvenes en edad de casamiento. Tras asomarse a las aguas, pudo ver cómo éstas comenzaban a enturbiarse y se asustó, ya que eso le auguraba un mal amor.
Decidió consultar con el sabio del lugar, conocido como Geirán, quién le contestó: “lo que ha de suceder, sucederá. Gara huye del fuego o éste te consumirá.”
Gara se resignó y volvió a su cueva en silencio, pero lo que ella no sabía era que en muy poco tiempo conocería al amor de su vida.
La noche antes del Beñemén, llegaron a la Gomera numerosos guanches, nombre que reciben los aborígenes que poblaban la isla Tenerife. Llegaron varios menceyes (nombre por el que se reconocía a los reyes o jefes de un territorio) entre los que se encontraba el Mencey de Adeje, quien iba acompañado de su hijo Jonay o Ajonay.
Cuando ambos jóvenes se cruzaron la mirada, quedaron locamente enamorados y comenzaron su historia de amor.
El agua y el fuego no son compatibles
Cuando la joven pareja decidió hacer público su amor, entre sus dos familias, algo hizo despertar el fuego interno del volcán Echeyde (nombre que recibía el actual volcán del Teide).
Tras este suceso, algunos de los aborígenes recordaron lo que le había sucedido a la joven Gara el día que fue a los chorros de Epina. Por lo que, decidieron acusar a la pareja de enamorados, ya que para ellos un amor entre el agua y el fuego, era imposible, porque los consideraban elementos que no son compatibles.
Cuando separaron a la pareja de enamorados, lo que ocurrió parecía obra de los dioses, porque Echeyde detuvo su furia.
Reencuentro trágico
Cuando el volcán Echeyde ya estuvo en calma, tras la separación de Gara y Jonay, el Mencey de Adeje decidió volver junto con su hijo y los demás guanches a Tenerife.
Pero pese a estar separados en islas distintas, el joven Jonay no podía parar de pensar en la bella Gara. Una noche decidió ir en su búsqueda, así que, se ató tripas de animal a la cintura y nadó hacia la costa de la isla de la Gomera.
Cuando se reencontró con su amada, la cara de ésta se iluminó de felicidad al verlo, una felicidad que les duraría muy poco.
Pronto fueron descubiertos, así que tuvieron que huir de una muchedumbre que quería separarles. Por tanto, decidieron esconderse en el Cedro, la zona más alta de la isla y la que más vegetación posee.
No obstante, cuando creían que todo lo malo había pasado, oyeron los gritos a lo lejos y se dieron cuenta de que les seguían buscando.
No sabían qué hacer, hasta que Jonay vislumbró en el suelo una pequeña vara afilada de cedro y supo que debía hacer.
No estaban dispuestos a vivir el uno sin el otro, así que Jonay cogió la vara de cedro y la afiló un poco más por ambos extremos. Colocaron la vara en la altura de sus pechos, donde se encontraban sus corazones y un último abrazo unió a estos amantes para siempre en el parque que hoy conocemos como Parque de Garajonay.
Si te ha encantado esta leyenda guanche, te recomendamos leer el artículo sobre el bosque prehistórico de La Gomera
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